Yu-Mex: La Singularidad de lo Imposible
Tito, Slavko Perovic, Kvartet Magnifico, Volkalni Trio,
Por Lucia Rodriguez /@yonkidelespacio
Tengo la teoría de que la historia de Yugoslavia se construye sobre la singularidad de lo imposible. Todos los relatos que me llegan lo hacen de forma incompleta, con historias míticas que intentan explicar lo opaco. Pero todas tienen algo en común: existe siempre un acontecimiento fortuito, de lo más improbable, que da inicio a algo muy parecido al amor. Por ejemplo, mi abuela era yugoslava y se muy poco de ella, solo que vivía en Capital Federal y tocaba el piano. Resulta que un verano decidió, por esas extrañas razones que pujan al destino, irse de vacaciones a un pueblo de Entre Ríos. En ese viaje se enamora de mi abuelo.
Otra de mis historias de amor favoritas edificadas sobre lo improbable es la del mariscal Tito con el club Estudiantes de la plata. La historia se remonta a Tito antes de ser el mariscal Tito. La leyenda cuenta que un día estando preso logró escaparse con un pasaporte trucho que le había dado el partido comunista y se subió en Génova a un barco que zarpó hacia la Argentina. Al llegar, entre todos los destinos posibles, eligió radicarse en Berisso y se puso a trabajar en el frigorífico Swift. Se hacía llamar Walter pero sus compañeros le decían “el ruso”. Contaban que era callado pero si lo rascabas un poco se ponía a hablar de la lucha de los trabajadores. Los compañeros de Walter cuentan que se enamoró de Estudiantes porque le recordaba al club Estrella roja de Belgrado, con el que compartían los colores de la camiseta. Algo similar sucede con otra historia de amor tan potente como imposible: el Yu-mex.
En 1948 la Unión Soviética y Yugoslavia rompen relaciones diplomáticas. Parece que Tito se hinchó los huevos de Stalin y se pelearon definitivamente ese mismo año. La historia oficial le adjudica la ruptura a cuestiones políticas pero tengo la sospecha de que fue por una razón estética, Tito estaba harto de ver cine soviético y le parecía un bodrio la cuestión propagandística. Por lo que pude averiguar a Tito le gustaban mucho los westerns y a Stalin la comedia musical con mensaje social. Mi teoría sobre el aburrimiento de Tito se basa en la lectura de la figura mítica del ruso de Berisso y sus andanzas por latinoamérica. Después de su divorcio con Stalin amplió relaciones diplomáticas, se juntó a comer pastas con Sofia Loren y a fumar habanos con Fidel Castro.
La pelea le dio a Tito libertades diplomáticas pero lo puso en un dilema estratégico. No quería seguir pasando cine sovietico pero tampoco proyectar películas de Hollywood. Un día charlando con un amigo encontró la verdadera tercera posición: el cine mexicano que estaba en su edad de Oro. La idea cerraba por todos lados, era más barato que el cine estadounidense y muchas de las películas tenían a la revolución mexicana como tema central.
Esta es la historia oficial, pero ante la pregunta ¿por qué México? solo se me ocurre una respuesta creible: porque le gustaba al mariscal. El gusto de Tito por la música latinoamericana antecede la ruptura con los soviéticos y ese es el gran misterio. Es en este punto donde sus aventuras de incógnito a nombre de Walter superan el plano de lo empírico y se transforma en una cuestión metafísica.
Slavko Perovic, uno de los cantantes más reconocidos del Yu-Mex, contó que cantó para Tito 102 veces en 33 años. La unión de Yugoslavia con Latinoamérica, como cualquier encuentro amoroso, está atravesada por el capricho. Cuando le preguntan a Perovic por la relación con México da una respuesta que no explica nada y que por eso es espectacular: "Los mexicanos son muy parecidos a los serbios. Como nosotros, son temperamentales. Cuando se ríen, ríen de verdad y cuando lloran, lloran de verdad".
El Yu-mex nació con la proyección de las primeras películas mexicanas. Con el ingreso del melodrama se abrió un mundo donde llorar en el cine no tenía nada que ver con el bodrio de la pedagogía. La película más vista en Yugoslavia es Un día de vida (1950) de Emilio “El indio” Fernández. Se trata de un tipo que va a ser ejecutado y como último deseo pide ir a visitar a su mamá en el día de su cumpleaños. Ella desconoce el destino de su hijo y arma una fiesta. En el cumpleaños se ponen a cantar las mañanitas y el protagonista se esconde para llorar. En el medio del drama se enamora de una periodista cubana que estaba entre los invitados, intenta escaparse con ella pero todo sale mal y lo terminan ejecutando. Al final la madre revela que todo el tiempo supo que su hijo iba a morir.
La celebración ante la inminencia de la muerte hizo que la canción “las mañanitas” se revelara como un preludio trágico. Si en México significaba una celebración, en Yugoslavia era el fin de la fiesta. La película parecía recordar que la tertulia y el duelo están hechos de lo mismo.
Después del éxito de Un día de vida llegaron los mariachis yugoslavos, que se convirtieron en un grupo tan autóctono como los metaleros en Argentina. Los tipos empezaron a vestirse como los galanes de las películas y a hacer covers a oído de las canciones que escuchaban en la radio, en su mayoría rancheras y mariachis. En cada región de Yugoslavia se formaron grupos que cantaban en su idioma y creaban variantes de estilo con instrumentos autóctonos. Estaban por ejemplo el Kvartet Magnifico de Macedonia y el Trío Volkani de Serbia.
Kvartet Magnifico, el grupo que le cantó a Argentina
La líder del cuarteto Magnífico es una chica que canta en castellano, a veces en macedonio y a veces en los dos al mismo tiempo. La canción empieza con un grito Mariachi-sapucai que es un recurso que los yugoslavos comprendieron como una forma de anticipo.
Los coros y las guitarras hacen que por momentos suenan como los Beach Boys balcánicos.
Me encontré con una canción que se llama Argentina, pero es imposible encontrar la traducción. El pésimo estado del vinilo, en una de esas fallas estéticas que tiene la técnica, hacen que el coro que dice: Argentino, Argentino! parezca un mensaje subliminal de una canción pasado al revés.
Volkalni Trio y Luis Alberto del Paraná
De todos los grupos del Yu-Mex Volkani es el más paraguayo, se nota con los primeros acordes la influencia litoraleña de la polka paraguaya. Jovanović, Đukić, Tomljanović no usan sombrero, ni arpas, ni trompetas. Hicieron un cover de la canción “Galopera” de Luis Alberto del Paraná y los paraguayos. La versión del trío Volcani no tiene Arpa y no está traducida al Serbio.
Rade Jovanovic y la Alegría a punta de pistola
Una de las canciones que más me gusta del Yu-Mex es Tasta de Rade Jovanovic. Me resultó imposible encontrar la traducción y tampoco la busqué demasiado porque en ese misterio reside su magia. Me imagino que es sobre un tipo que se va a un lugar que se llama Tasta y se enamora de una mujer en el baile. Después del primer encuentro con Tasta le sucedieron cinco reproducciones más, una tras otra de manera compulsiva. Produce algo que solo puedo nombrar como una alegría a punta de pistola. Jovanovic está tranquilo, tiene el semblante del último baile antes de la ejecución, pero la canción lo empuja.
El artificio narrativo que permite la reconstrucción de un sueño sobre imágenes inconexas, datos borrosos y canciones sin traducción es lo que me permitió seguir el rastro del Yu-Mex. De algo parecido está hecha la identidad. Tal vez mi abuela se quedó en Entre Ríos porque el chamamé le recordó una Polka paraguaya del trío Volkalni. Sabía de forma intuitiva que había algo que unía a los yugoslavos, mexicanos y guaraníes.
Yugoslavia es un país multiétnico y en eso vive su historia, sus mitos y su grandeza. Lo explica mejor Boris Koslov en el documental ¿Qué pasó con Yugoslavia? El engaño de nuestra vida. En una entrevista Zizek dice que está en contra de la ideología del multiculturalismo porque viene con la idea de que para convivir se necesita una coherencia absoluta y un entendimiento total. Pero el Yu-mex fue un acontecimiento romántico, que nada tiene que ver con el fetiche pálido de la compatibilidad, el cálculo y el control de daños.